¿Cuándo terminará esta pesadilla?, pensaba cada día cuando cruzaba el umbral de casa; el mensaje de la alfombra de la entrada: "Bienvenida a esta casa", sentía como si se riera de ella, era la primera puñalada en el estómago, de las sucesivas que vendrían a posteriori, los saludos, las miradas, las preguntas, las contestaciones,...
Cada vez que le volvían las cosquillas al estómago, las ilusiones, el "ver la luz", se llevaba otro palo, y cada vez era más fuerte, con más saña, más hondo del corazón. Trataba de recordar las palabras de aliento y ánimo de su amiga, aquella que siempre estaba ahí, aquella que era abrigo, luz y hogar, verdadero hogar; pero los golpes ni le permitían soñar con otro mundo posible, no en esos momentos, en los que lo único que deseaba era tener alas para poder volar lejos, muy lejos...
Por fin, y gracias a las lágrimas que vertió aquella noche en la almohada,concilió el sueño, durmió tranquila, serena, soñó lo que tantas otras noches... un arcoiris, una habitación alumbrada por un farolillo, una manta de color naranja y una llave que abre una puerta a la esperanza, a los sueños que finalmente se terminan por cumplir.
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